3.1
Los tres y yo
Los tres y yo
|
MIÉRCOLES 18 DE MARZO DE 2015
Ese día besé a tres hombres, a cada uno lo miré a los ojos como si fueses el amor de mi vida, tenía ganas de estar con los tres, pero solamente le entregué mi cuerpo a uno de ellos…
El poder de la seducción es como una droga: adictiva y atractiva; necesaria para condimentar la vida diaria, pero sobre todo, para alimentar el ego. La ventana hacia mi vida está abierta: el viento entra, enreda mi cabello negro y yo no puedo dejar de sonreír. Estoy sentada en mi auto, manejando; escuchando a todo volumen y cantando: Looks like a girl, but she´s a flame So bright, she can burn your eyes… …she´s walking on fire This girl is on fire… |
Esta canción me hace volar e imaginarme que todo es posible; pero, ¿es la canción la que me pone tan de buen humor o es mi nueva colección de besos la que me tiene así?
Regreso de una cena romántica cargada de verdades, de planes, sonrisas, y alcohol…
-”feliz cumpleaños mi amor, mi deseo es que siempre seas muy feliz y exitoso como hasta ahora”,
-“¡a tu lado!”, me respondió él; y yo sonreí porque en el fondo de mi corazón así lo deseo (aunque quizá no lo puedas entender).
Esa noche, él me miraba con atención y con dulzura, pero al mismo tiempo como si fuese una extraña en su vida (a pesar de tantos años de conocernos), ¿será porque me está redescubriendo?, ¿será porque la dieta por fin surtió efecto o porque mis ojos le gritan que tengo unas ganas locas de que me haga el amor?... él y ¡varios más!
Unas horas antes, mi cuerpo reconocía otros besos en un baño de oficina, iluminado y con espejo grande. Lo dejé entrar al baño por un instante pero se ha quedado en mi corazón durante años. Somos cómplices y actores de historias prohibidas, guardianes de besos y caricias; motor de locuras y expertos mentirosos. Nos besamos con pasión y no puedo evitar mirarme descaradamente al espejo (me observo y me enamoro de esa mujer atractiva, loca e inconsciente que me mira con lujuria). Mi cuerpo semidesnudo contra su torso fuerte, velludo y viril provocan que se desencadenen reacciones químicas que me hacen perderme y dejar de ser quien soy, o mejor dicho: que me permiten ser quien realmente soy. Besos, abrazos, caricias… el encuentro es breve porque me tengo que ir, pero me muero por quedarme ahí y sentirlo dentro de mí. Corro porque me están esperando, ya nos pusimos de acuerdo para “vernos” pero los dos sabemos que no es “vernos”, nos vamos a reunir para mirarnos, besarnos y sentirnos.
Me subo al auto y pongo una y otra vez: “This girl is on fire, this girl is on fire”, y entonces puedo creer que todo es posible y que lo imposible está por suceder. Mis manos sudan, mi corazón late fuerte de emoción y de angustia porque el tráfico no me deja avanzar, y a cada minuto el tiempo se acorta para poder estar juntos.
“Estoy en el tercer nivel”, me escribe por el celular. Llego al estacionamiento público, todo está en penumbras y me estaciono junto a su auto, un auto de lujo pero discreto, ¡siempre limpio! y siempre huele a su loción. Me mira por la ventana y sonríe. Después de casi 30 minutos de trayecto y 7 días de ausencia, estamos ahí, ¡juntos! “qué bueno que ya llegaste, dame un abrazo, ¿no?” me dice mientras se baja del auto, con una enorme sonrisa y sus ojos tiernos llenos de ansiedad.- Su presencia me pone nerviosa a mi también (me sudan las manos, mis labios tiemblan y tengo la boca seca) pero no estoy segura si es la emoción de estar nuevamente solos, o porque en el fondo de mi corazón temo que mi nuevo secreto pueda ser descubierto. ¡Otro secreto más!, otro amor que esconder y otros sueños qué soñar…
Curiosamente esos besos nuevos me generan confianza, es como si nuestros labios ya se hubiesen tocado en alguna vida pasada. Su aliento es cálido y sus caricias son tímidas, son intensas, pero también son dulces y salvajes (¡son de mil formas y me provocan igualmente miles de cosas!). Sus besos son los más húmedos y suaves que he probado. Nos detenemos, lo miro a los ojos y su reflejo me muestra a una mujer sentada en la parte trasera de un auto, jugando a no ser ella.
“¿Qué piensas?”, me pregunta.
“¡No sé!, ¿tu, qué piensas?” y con su mirada tierna y su mano sobre mi pierna, me responde: “no pienso, solo siento”…
Tic Tac, Tic Tac… el tiempo parecía haberse detenido en ese instante, en ese auto, en ese beso… pero en realidad los minutos estaban corriendo más rápido de lo normal; era momento de despedirnos para volver a nuestra vida “real”. Aún faltaban muchos besos por dar y sensaciones por vivir; sin embargo, teníamos que irnos para seguir con nuestras vidas, pero su propuesta y nuestras ganas dejan la puerta abierta para que en la siguiente ocasión podamos terminar lo que se ha quedado a medias.
La luna llena brilla más que de costumbre. La noche aún es joven, cierro la puerta de la habitación y por fin estamos los tres solos: él, yo y mis ganas locas de sentirme amada.
Ana Luna.
Regreso de una cena romántica cargada de verdades, de planes, sonrisas, y alcohol…
-”feliz cumpleaños mi amor, mi deseo es que siempre seas muy feliz y exitoso como hasta ahora”,
-“¡a tu lado!”, me respondió él; y yo sonreí porque en el fondo de mi corazón así lo deseo (aunque quizá no lo puedas entender).
Esa noche, él me miraba con atención y con dulzura, pero al mismo tiempo como si fuese una extraña en su vida (a pesar de tantos años de conocernos), ¿será porque me está redescubriendo?, ¿será porque la dieta por fin surtió efecto o porque mis ojos le gritan que tengo unas ganas locas de que me haga el amor?... él y ¡varios más!
Unas horas antes, mi cuerpo reconocía otros besos en un baño de oficina, iluminado y con espejo grande. Lo dejé entrar al baño por un instante pero se ha quedado en mi corazón durante años. Somos cómplices y actores de historias prohibidas, guardianes de besos y caricias; motor de locuras y expertos mentirosos. Nos besamos con pasión y no puedo evitar mirarme descaradamente al espejo (me observo y me enamoro de esa mujer atractiva, loca e inconsciente que me mira con lujuria). Mi cuerpo semidesnudo contra su torso fuerte, velludo y viril provocan que se desencadenen reacciones químicas que me hacen perderme y dejar de ser quien soy, o mejor dicho: que me permiten ser quien realmente soy. Besos, abrazos, caricias… el encuentro es breve porque me tengo que ir, pero me muero por quedarme ahí y sentirlo dentro de mí. Corro porque me están esperando, ya nos pusimos de acuerdo para “vernos” pero los dos sabemos que no es “vernos”, nos vamos a reunir para mirarnos, besarnos y sentirnos.
Me subo al auto y pongo una y otra vez: “This girl is on fire, this girl is on fire”, y entonces puedo creer que todo es posible y que lo imposible está por suceder. Mis manos sudan, mi corazón late fuerte de emoción y de angustia porque el tráfico no me deja avanzar, y a cada minuto el tiempo se acorta para poder estar juntos.
“Estoy en el tercer nivel”, me escribe por el celular. Llego al estacionamiento público, todo está en penumbras y me estaciono junto a su auto, un auto de lujo pero discreto, ¡siempre limpio! y siempre huele a su loción. Me mira por la ventana y sonríe. Después de casi 30 minutos de trayecto y 7 días de ausencia, estamos ahí, ¡juntos! “qué bueno que ya llegaste, dame un abrazo, ¿no?” me dice mientras se baja del auto, con una enorme sonrisa y sus ojos tiernos llenos de ansiedad.- Su presencia me pone nerviosa a mi también (me sudan las manos, mis labios tiemblan y tengo la boca seca) pero no estoy segura si es la emoción de estar nuevamente solos, o porque en el fondo de mi corazón temo que mi nuevo secreto pueda ser descubierto. ¡Otro secreto más!, otro amor que esconder y otros sueños qué soñar…
Curiosamente esos besos nuevos me generan confianza, es como si nuestros labios ya se hubiesen tocado en alguna vida pasada. Su aliento es cálido y sus caricias son tímidas, son intensas, pero también son dulces y salvajes (¡son de mil formas y me provocan igualmente miles de cosas!). Sus besos son los más húmedos y suaves que he probado. Nos detenemos, lo miro a los ojos y su reflejo me muestra a una mujer sentada en la parte trasera de un auto, jugando a no ser ella.
“¿Qué piensas?”, me pregunta.
“¡No sé!, ¿tu, qué piensas?” y con su mirada tierna y su mano sobre mi pierna, me responde: “no pienso, solo siento”…
Tic Tac, Tic Tac… el tiempo parecía haberse detenido en ese instante, en ese auto, en ese beso… pero en realidad los minutos estaban corriendo más rápido de lo normal; era momento de despedirnos para volver a nuestra vida “real”. Aún faltaban muchos besos por dar y sensaciones por vivir; sin embargo, teníamos que irnos para seguir con nuestras vidas, pero su propuesta y nuestras ganas dejan la puerta abierta para que en la siguiente ocasión podamos terminar lo que se ha quedado a medias.
La luna llena brilla más que de costumbre. La noche aún es joven, cierro la puerta de la habitación y por fin estamos los tres solos: él, yo y mis ganas locas de sentirme amada.
Ana Luna.
Nos gusta leer tus comentarios, te invitamos a que los escribas en el la sección de contacto o en nuestras cuentas de redes sociales.