Leyendas de la Primera Guerra Mundial
El 5° batallón de Norfolk
VIERNES 23 DE MAYO DE 2014
Durante la
primera guerra mundial sucedieron muchos hechos memorables dignos de ser
recordados, algunos llenos de un misterio engrandecido por el desbocado
patriotismo o la imaginación de la época. Uno de esos hechos es la desaparición
del 5° batallón de Norfolk en la batalla de Gallipoli, que tras ser visto
tomando una posición dentro de territorio turco ya no se volvió a saber de
ellos, provocando una gran tarea de búsqueda que persistió aun después de
finalizada la guerra.
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Pero vayamos
un poco antes para comprender el porque de tan intensa búsqueda, el 5° de
Norfolk estaba conformado por soldados «especiales», no por ser de élite sino
al contrario, eran todos empleados de la finca Sandringham propiedad del
fallecido rey Eduardo VII, quien en 1908 había ordenado a su capataz Frank Beck
que sus hombres integrarán una compañía y se unieran a las filas del 5°
batallón territorial del real regimiento de Norfolk. Con el estallido de la
primera guerra el batallón fue requerido en el frente de guerra para ser
infantería en la toma de Gallipoli. Llegado
el día, se hicieron a la mar el 30 de julio de 1915, a bordo del lujoso barco Aquitania solo que al ser un viaje de
guerra el lujo quedo aparte y los elementos viajaban amontonados, con provisiones
racionadas y faltos de espacio.
Así transcurrieron los 10 días que duró el viaje hasta Suvla, ya en costas turcas el infierno que les esperaba ya era palpable, las pésimas condiciones de los alimentos, las omnipresentes moscas y los malos hábitos hicieron mella en la salud de muchos elementos que cayeron enfermos. Los restantes ahora no la pasaban mejor, ya que viendo el terreno por el que debían avanzar comprendieron que era un autentico suicidio. De la arenosa bahía salía un largo camino hacia un bosque que se hacía denso progresivamente, bosque donde los francotiradores turcos se mimetizaban perfectamente con el entorno, y tras ellos líneas de ametralladoras bien protegidas.
Si de por si estas condiciones eran adversas, la nula experiencia militar los hizo caer en errores fatales, como iniciar la marcha hacia el objetivo a plena luz de día, y más adelante, todavía a casi un kilometro de la primera línea de defensa turca; calaron las bayonetas a sus fusiles, provocando que el reflejo de las mismas sirviera para que la artillería enemiga diera con ellos. La masacre no tardó en hacerse presente, granadas, cañonazos, certeros disparos de los francotiradores y el ardiente rocío de las ametralladoras redujeron rápidamente al 5° de Norfolk. Los valientes soldados se comportaron heroicamente y continuaron avanzando hasta su objetivo, al cual solo llegaron 16 oficiales y 25 soldados (la mayoría pertenecientes a la compañía de Sandringham) más tarde un incendio se espació por el bosque y a ese grupo de hombres nadie lo volvió a ver.
Así transcurrieron los 10 días que duró el viaje hasta Suvla, ya en costas turcas el infierno que les esperaba ya era palpable, las pésimas condiciones de los alimentos, las omnipresentes moscas y los malos hábitos hicieron mella en la salud de muchos elementos que cayeron enfermos. Los restantes ahora no la pasaban mejor, ya que viendo el terreno por el que debían avanzar comprendieron que era un autentico suicidio. De la arenosa bahía salía un largo camino hacia un bosque que se hacía denso progresivamente, bosque donde los francotiradores turcos se mimetizaban perfectamente con el entorno, y tras ellos líneas de ametralladoras bien protegidas.
Si de por si estas condiciones eran adversas, la nula experiencia militar los hizo caer en errores fatales, como iniciar la marcha hacia el objetivo a plena luz de día, y más adelante, todavía a casi un kilometro de la primera línea de defensa turca; calaron las bayonetas a sus fusiles, provocando que el reflejo de las mismas sirviera para que la artillería enemiga diera con ellos. La masacre no tardó en hacerse presente, granadas, cañonazos, certeros disparos de los francotiradores y el ardiente rocío de las ametralladoras redujeron rápidamente al 5° de Norfolk. Los valientes soldados se comportaron heroicamente y continuaron avanzando hasta su objetivo, al cual solo llegaron 16 oficiales y 25 soldados (la mayoría pertenecientes a la compañía de Sandringham) más tarde un incendio se espació por el bosque y a ese grupo de hombres nadie lo volvió a ver.
El rigor de la
guerra no permitió ahondar en su búsqueda pero la reina Alexandra fue constante
en su interés por saber que había sido de sus hombres y fue hasta que la guerra
terminó en 1918 cuando se pudieron encontrar los primeros indicios gracias al
descubrimiento accidental de una insignia en los campos cercanos a la batalla. Ahí
se realizaron excavaciones que dieron con los restos de 180 soldados, 122 de
ellos pertenecientes al 5° de Norfolk. Aquel heroico batallón que peleó hasta
el último hombre. Pero la
historia estaba lejos apagarse, cuatro décadas después, en 1965 cuando se conmemoraba el desembarco aliado en
Gallipoli, un zapador neozelandés hizo pública una historia fantástica de la
que había sido testigo. De nombre Frederick Reichardt, este veterano afirmaba
haber observado una nube alargada que bajó del cielo y se poso en el camino que
recorría el 5° de Norfolk, luego vio como se adentraban los soldados en ella, y
una hora más tarde no quedar rastro alguno al elevarse la nube y perderse en el
horizonte. Esta historia causó revuelo internacional entre los círculos
ufológicos y fue enarbolada durante años como un hecho “verídico”. Historia que
con el tiempo perdió credibilidad porque Reichardt equivoco fechas, lugar y
batallón…
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Años después fueron
desclasificados documentos ocultos sobre las excavaciones y aparecieron
testimonios que revelaron lo que en verdad ocurrió. Primero, el verdadero
informe de lo encontrado en las excavaciones; donde se detalla que los cuerpos
encontrados estaban deshechos y desperdigados muy antes de la línea de defensa
turca, algunos presentaban un orificio de bala en el cráneo; su muerte había sido una masacre y no la
pelea heroica que se dijo en su tiempo, ya que no habían logrado llegar a las
líneas de ametralladoras y los sobrevivientes o heridos habían sido ejecutados.
Información reforzada con el testimonio proveniente de Arthur Webber, un
excombatiente que detalló muy bien que los turcos no tomaban prisioneros; lo
que hacían era formarlos y ejecutarlos de un tiro en la cabeza. El se había
salvado por que un oficial alemán intervino y evito su ejecución. Tristemente
aquellos hombres vistos por última vez en el bosque no corrieron con la misma
suerte…
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