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EL CONJURO
Terror al estilo de la vieja escuela


Por Tania Rubio @TaniaRubio  23 DE AGOSTO DE 2013

El miedo es definido como una emoción primaria intensa, habitualmente desagradable que es provocada ante la percepción de un peligro real o supuesto, presente, futuro o pasado, y que se alimenta de sí mismo.  En su máxima expresión puede derivar en lo que conocemos como terror.  

¿Por qué el terror representa una fuente de diversión en el cine?  No conozco la respuesta.  Sin embargo, sé que los escalofríos, los sustos y el dejarse envolver por la atmósfera de una cinta de este género en la que acompañamos sigilosamente cada paso de los personajes para contagiarnos de su miedo, puede ser cautivante. Así lo demuestra el éxito comercial de esta temática dentro de la industria.

El terror como género ha cohabitado con la cinematografía desde sus orígenes.  Los modelos y temas se han reinventado y diversificado en ocasiones, mientras que en otras, se han repetido y parafraseado constantemente. El género continúa consolidado hoy por hoy como un imán de taquilla.  La gente ávida de emocionarse y estremecerse durante un par de horas en su butaca de cine o con una cinta en la íntima oscuridad de su hogar, encuentra en las cintas de terror un escaparate de sufrida y nerviosa diversión.

No obstante, debido a la naturaleza del propio género, a sus fórmulas y características, la taquilla comercial también se ha visto invadida por cintas que meramente satisfacen las exigencias de efectos sonoros y visuales para crear un mínimo ambiente de tensión o bien, que escapan hacia el “gore” y las sangrientas temáticas para provocar el anhelado miedo en la audiencia. Es por ello que realmente asustar al ávido espectador en estos días, no es una tarea sencilla.

El director James Wan ha dedicado su carrera a este género en el cine.  Creó la franquicia Saw, que en su primera edición innovó con una propuesta diferente y un notable éxito, y recientemente también gozó de popularidad con su película Insidious, la cual también ya se ha convertido en franquicia.
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En “El Conjuro”, Wan logra regresar a los principios básicos del género, al modelo clásico de la ‘vieja escuela’ con una pronunciada reminiscencia hacia películas icónicas de terror como El Exorcista, La Profecía, Poltergeist, etc.  Su éxito radica en haber realizado este regreso en la dosis correcta y con un estilo depurado que le da el conocer y dominar las herramientas, trucos y reglas del género. No podría comparar esta película con las anteriormente mencionadas, y con lo que éstas representan en su época respectiva dentro de la historia del cine.  Si bien “El Conjuro” no propone nada nuevo y utiliza las fórmulas y clichés por todos conocidos; se consolida como un filme efectivo, entretenido y de cuidadosa manufactura.
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Amityville es el caso de mayor popularidad entre los expedientes manejados por la pareja Warren, con múltiples adaptaciones cinematográficas. El caso de la familia Perron sucedió antes en Rhode Island.
La historia puede sonar conocida… y de hecho, debería porque está basada en una historia que se supone real (tal y como la campaña se ha encargado de difundir repetidamente en los medios), pero también puede sonar semejante a otras tantas… Corre el año de 1971 cuando una pareja de renombrados investigadores de los paranormal, Ed y Lorraine Warren, gozan de gran fama por sus inusuales investigaciones de lo sobrenatural. 

Ellos han dedicado su vida a estudiar, conjurar y combatir las fuerzas del mal con un riguroso método. Se han distinguido de charlatanes y descartan casos que tienen una explicación racional y poco de paranormal. 

Su fama se debe también a singulares casos que han atendido y resuelto y en los que han colaborado en ocasiones directamente con la Iglesia Católica.  Ed Warren (Patrick Wilson) se define como demonólogo, estudioso de lo oculto y su esposa Lorraine (Vera Farmiga) como una clarividente de notable sensibilidad para percibir la coexistencia de seres demoniacos.
Los populares “cazafantasmas” serán contactados por la familia Perron ante la desesperación de explicar y resolver el extraño y escalofriante embrujo al que parece estar sometido su nuevo hogar y que está dañando a su familia.  Carolyn y Roger Perron (Lili Taylor y Ron Livingston) como es de suponerse, acaban de mudarse a una casa de campo en Rhode Island, en la que han invertido su frágil seguridad financiera para dar un nuevo hogar a sus 5 hijas (un abanico de niñas de edades que van desde los 5 años aproximadamente  hasta la adolescencia).

La historia fue inspirada en un supuesto caso de posesión demoníaca tan estremecedor que se mantuvo en secreto dentro de los expedientes de los Warren, conocidos después por ser los encargados del famosísimo caso ocurrido en Amityville.  
 
El Conjuro a diferencia de otras películas recientes, no busca el “susto” a cada paso, en cada escena… Gran parte de su mérito radica en darse su tiempo como se hacía antes, de contar una historia —aunque ésta sea predecible— pero la importancia finalmente depende de su narración.  Después de todo, la trama se sostiene sobre la premisa de ser una historia que no debía ser contada por el horror provocado, así que revelarla, requería de irla construyendo poco a poco, como quien cuenta un relato de terror en una noche oscura y lluviosa. 
El Conjuro no busca asustar desde el principio con la historia principal, de hecho se da el tiempo de dar antecedentes y de narrar alguna historia secundaria de forma breve a manera de prólogo (la terrífica muñeca Annabelle). Construye, dispone los elementos y pistas, crea un rastro… esto permite contar con dos líneas narrativas (la familia que se muda y los investigadores para fundirlas en una misma).  Wan no tienen prisa y gana así en fluidez frente a cintas de terror que sólo buscan ensamblar un efecto tras otro con una rápida edición que no da espacio a la tensión. Hablamos de esa sensación que genera gritos, risas nerviosas y también muchos silencios entre los espectadores como ocurre en este caso.

La iluminación y color de la cinta nos remonta a la década de los setenta y a la estética de las cintas de la vieja escuela.  El cineasta adereza además la historia con ese sutil toque de humor, así que aunque su película esté repleta de clichés y lugares comunes, también se da la oportunidad de reírse de ellos: las reglas del género no tienen que pelearse con la lógica común… siempre y cuando se conserve el justo equilibrio.
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La casa oscura y destartalada llena de recovecos crean la atmósfera necesaria para desarrollar la historia, alimentada visualmente por tomas largas y extendidas y lentos acercamientos que contribuyen a la sensación del miedo. No abusa de la edición rápida tan frecuente del género y la emplea sólo cuando lo cree necesario, y se encuentra libre de violencia extrema o sangrienta.

El miedo dependerá no sólo de los efectivos y fugaces momentos de horror visual y sonoro, sino también de la cercanía que pueda crear entre los espectadores y los protagonistas.  Las casas embrujadas parecían haber perdido cierta efectividad, pero en realidad, el horror que pueden llegar a generar, depende también de quienes la habitan, de quienes la padecen. Es por eso, que el director se da un tiempo para conocer a la familia Perron, de simpatizar con las niñas y con los angustiados padres, de familiarizarse con los métodos de estos “detectives de lo paranormal”, pero también con su vida personal.

El Conjuro tiene una fortaleza más y ésta se refiere a las interpretaciones de sus protagonistas (lo que no ocurre con frecuencia en el género). Patrick Wilson y Ron Livingston realizan sus papeles con personalidad pero la cinta sin duda le pertenece a los personajes femeninos: Vera Farmiga, construye un papel espléndido como la clarividente Lorraine, quien nos lleva más allá del genuino miedo a la empatía, y Lili Taylor como Carolyn Perron con esa vulnerabilidad
necesaria para transmitir al espectador el horror que vive.  El elenco de jóvenes actrices que interpretan a las 5 hermanas, complementa de forma adecuada el atinado elenco. 
“Basada en una historia real”… ¿entonces la historia fue cierta?

Alejada del falso documental o de la ficción completa, El Conjuro nos ha repetido una y otra vez en su campaña de promoción que la trama está basada en una historia real, que no había sido difundida hasta ahora.  

Los créditos finales de la cinta nos presentan algunas fotografías de los protagonistas reales de este terrorífico episodio. Aunque la pareja Warren gozaba de gran fama mediática, y sus casos fueron ampliamente conocidos públicamente a través de libros, conferencias y apariciones en televisión, el caso que inspira a esta película aparentemente se había mantenido en secrecía.  
 
Los Perron y los Warren efectivamente existieron.  De hecho, sus fotografías en la actualidad con los miembros del elenco así como sus testimonios en video han constituido una parte fundamental de la campaña de Warner Brothers.
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Wan declaró que tomó algunas licencias con la historia para que funcionara en la pantalla grande, pero buscó ser fiel a los personajes, a sus acciones y a las pesadillas que vivieron en esa época.

Durante más de cincuenta años, Ed y Lorraine Warren fueron considerados los máximos expertos de Estados Unidos sobre el tema de los espíritus y demonología. Las autoridades religiosas los llamaron varias veces para controlar algunos de los brotes más profanos de los fenómenos diabólicos en el país

Muchos dueños horrorizados de casas aparentemente embrujadas o rodeados de presencias sobrenaturales, llamaban a Lorraine y Ed para que inspeccionaran sus hogares y los guiaran en la batalla para liberarse de este tipo de seres si es que era necesario.  No les fue muy mal en este raro negocio porque muy pronto, en 1952, formaron la New England Society for Psychic Research (Sociedad de Investigación Psíquica de Nueva Inglaterra).  Esta asociación se dedicó a investigar fantasmas y buscar demonios, e impulsó sus singulares carreras al ser responsables de múltiples investigaciones sobre lo paranormal. La pareja alega haber investigado cerca de 10mil casos a lo largo de su trayectoria profesional, entre los que se incluye por supuesto, la más célebre de sus “aventuras”: la investigación en Amityville con la familia Lutz.
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Ambos realizaban un despliegue mediático de sus casos: programas de televisión, libros y conferencias.  Incluso algunas de las víctimas de estos casos recibían un pequeño porcentaje de las regalías generadas.  Ed ya falleció pero su esposa aún vive y ha sido parte activa dentro de la campaña de lanzamiento de la cinta.

La pareja también fundó el “Museo de lo Oculto”, en donde reciben hasta la fecha a curiosos visitantes  ávidos de descubrir la colección de juguetes y objetos diabólicos recolectados durante su cacería de demonios en las diferentes casas embrujadas.  El objeto más famoso es la muñeca Annabelle (que aparece en El Conjuro como parte del prólogo), que a decir de los visitantes, aún contiene algún espíritu atrapado que la hace mirar fijamente a las personas e incluso asentir ocasionalmente con la cabeza.  Bajo la advertencia de no tocar ninguno de los místicos objetos almacenados, la colección de Los Warren también es retratada superficialmente por la cinta. Annabelle sin embargo, se muestra mucho más espeluznante bajo la mirada del realizador, ya que en su versión original parece una inofensiva muñeca popularizada durante algún tiempo en Estados Unidos.
La historia que inspiró El Conjuro, fue por lo tanto una historia que en realidad sucedió o así lo declaran las partes involucradas y las investigaciones realizadas en su momento.  Después de todo, el miedo parte de la posibilidad real o supuesta de que algo sucedió y puede hacerlo en otra ocasión.  
Si bien, la película no propone nada novedoso y cae en las fórmulas conocidas al constituirse como un tímido reflejo de aquellas cintas de la vieja escuela a las que emula con algunas debilidades (especialmente rumbo al final), logra relatar una historia de terror en la forma correcta. “Sabes qué vas a ver pero no cómo será presentado”.

Wan recuerda que hay diferentes formas de recrear el miedo, una de ellas y la más común es a través del manejo de instantes, de sustos… otra (que es la que él elige), es narrar una historia en la que el miedo sea un sensación derivada de un clima de tensión, un estado que permanece un poco más en la mente del espectador.

Las casas embrujadas pueden volver a ser inquietantes, no sólo por los instantes que en ellas ocurren, sino en tanto podamos sentir miedo por quienes la habitan. El cineasta lo comprendió y se preocupó por contar esta historia con oficio y destreza.
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Vale la pena ver durante los créditos algunas fotografías reales de quienes vivieron esta escalofriante aventura en la vida real.
El Conjuro es por lo tanto, una entretenida opción para divertirse con el terror, para espantarse por un sencillo aplauso en la pantalla, por manifestaciones inusuales menos sutiles, o porque el reloj se ha detenido a cierta hora.  Una cinta que atemoriza por la intriga que genera el imaginar lo que puede llegar a ocurrir. Una película para disfrutar de un rato con aquello que nos aterra descubrir, pero que por alguna inexplicable razón no podemos dejar de ver.  El miedo después de todo, se alimenta de sí mismo.  El reloj indica las 3.07hrs. Quizá sea buen momento para dejar de escribir por esta ocasión…
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TIP:
Si es posible mejor no vean el resto de avances cinematográficos. Como ocurre en
las cintas del género, revelan instantes que son más eficaces verlos en el desarrollo de la película por primera vez.
Fotos y videos cortesía: Warner Bros. Pictures
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