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El lobo de Wall Street
Todo con exceso...las locas aventuras de un lobo en busca del ¿sueño americano?


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Por Tania Rubio 
Editora en jefe
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LUNES 20 DE ENERO DE 2014

El gran cineasta Martin Scorsese tiene cierta predilección por narrar historias sobre “chicos malos” y poco convencionales. Después de la hermosa ruptura que representó Hugo en la pantalla grande, Marty está de vuelta con un nuevo anti-héroe: un cínico embaucador -aunque igualmente encantador- que hará todo lo que sea necesario para alcanzar la cima.  En esta ocasión nuestro personaje principal no se mueve en el sórdido mundo de la mafia como lo hacen algunos de sus memorables protagonistas del pasado, pero habita en un ambiente que puede llegar a ser aún más sórdido: el mundo financiero de finales de los ochenta e inicios de los noventa. 

Los lazos que esta historia extiende hacia Buenos Muchachos y otras cintas icónicas del director —con sus debidas distancias y diferencias— son múltiples. Podría tratarse de una versión moderna de aquel italoamericano en busca de su lugar dentro del único mundo que conoce y admira: la mafia.  De manera similar, Jordan Belfort peleará por su propio lugar en la cumbre de este mundo aún más escandaloso, pero igual de traicionero y obsceno, como lo es el feroz mundo financiero de los corredores de Wall Street en Nueva York, muchos de los cuales amasaron fortunas inimaginables bajo la fachada de respetables hombres de negocio, que a través del teléfono vendían ilusiones de riqueza a quienes depositaban su confianza y ahorros en ellos.

Pero empecemos por partes.  La más reciente película de uno de los cineastas activos más destacados de la actualidad, se basa en las memorias escritas por el ex-corredor de bolsa Jordan Belfort, quien vertió en dos volúmenes (que se convertirían en bestseller) su experiencia de ‘rockstar’ y el camino recorrido en su ascenso a la opulencia absoluta y compulsiva.

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Estas memorias fueron adaptadas hábilmente por un hombre que también cuenta con amplia experiencia en escribir diálogos para personajes que se mueven en escabrosos mundos criminales de forma natural: Terence Winter (libretista creador de series como Los Soprano y Boardwalk Empire). Esta empatía con Scorsese por los chicos malos, da como resultado un guión exuberante y trepidantemente enloquecido, acompañado de un estilo más caótico, energético, con encuadres saturados, nada introspectivos y una edición veloz, dinámica e imprecisa en ocasiones que nos toma por sorpresa. Lo que tenemos en pantalla es una cinta llena de excesos sobre una vida excesiva… una vida tan exorbitante y desmedida, cuya vertiginosa espiral de compulsión por el dinero y lo que éste puede comprar, no parece detenerse nunca.

De esta manera, la película inicia con un infomercial de la próspera compañía “Stratton Oakmont”, una empresa que ha convertido a sus corredores, en personas ‘muy exitosas’ (medidas por la cantidad de dinero, bienes, bacanales y lujos que gozan a diario).


A continuación, Scorsese inunda el celuloide con imágenes que van de lo absurdo a lo enloquecedor y nos traslada a la cotidianeidad de esta próspera oficina: un sitio convertido literalmente en un circo de varias pistas, en el que no faltan strippers, leones, meseros, orgías, tragos, drogas y hasta enanos arrojados como hombres bala en un escenario que quizá sólo Kafka o Lynch habrían podido concebir.
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Pero ¿cómo llegamos a este carnaval hedonista? ¿Quién dirige esta locura?  Pues es entonces que a través de un guiño retrospectivo, descubrimos brevemente los inicios de nuestro protagonista Jordan Belfort (interpretado magistralmente por un hilarante, descontrolado y encantador DiCaprio totalmente en forma actoral).  

Belfort es un joven corredor de bolsa en sus veintes (sí ya sabemos que el actor supera esta edad desde hace bastante tiempo, pero se las arregla para transmitirnos la inocencia y hambre por comerse el mundo de un fresco novato que hace sus primeras jugadas en el competitivo mundo financiero).  Un joven emprendedor que llega a Nueva York, al voraz mundo de Wall Street dispuesto a devorar al mundo con el objetivo claro de ser millonario y la convicción de que nació para serlo, dispuesto a asumir su lugar sin importar el precio que haya que pagar. 
Para ello, en su trabajo como telefonista glorificado y corredor aprendiz, se ve pronto bajo la tutela del corredor estrella de la firma, Mark Hanna (Mathew McConaughey).  Un hombre con una “filosofía” simplista y barata que le ha rendido los mejores frutos. Su secreto para el éxito en Wall Street reside en 2 ingredientes de los cuales nunca se tiene suficiente: cocaína y sexo.  Hay que apelar a ambos con rigurosa disciplina.  Aunque esta fórmula para brillar suena de lo más insulsa y primitiva, el joven corredor adoptaría más tarde este estilo de vida como su propia filosofía, y seguiría la receta al pie de la letra al ver que es lo que funciona en ese mundo en donde la ostentación y el exceso jamás son suficientes. Cabe destacar en este momento, la breve pero luminosa aparición de Mathew McConaughey como el retorcido mentor, de la cual se aprecian fragmentos en los publicitados avances de cine.

Sin embargo, la suerte de este novato y ambicioso corredor parecería no sonreírle, cuando su incipiente carrera se ve abruptamente detenida en su primer día como corredor, por una de la mayores debacles en la bolsa.  Desempleado y lejos del rumbo planeado, decide reinventarse y acompañado de su don extraordinario para la venta, crea su propio emporio “al estilo Wall Street” que le convierte a él y a sus rústicos pero leales socios, en millonarios que despilfarran la fortuna en drogas, sexo y los caprichos más exuberantes que parecen no tener límite alguno.

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Sueño cumplido… Sí, Jordan consigue su sueño de riqueza, fama y lujo extremo para poder gozar así de una vida desenfrenada de estrella de rock; pero Stratton Oakmont se aprovecha de las ventas fantasmas del ‘penny stock’ vendiendo a ingenuos clientes acciones infladas que prometían volverlos ricos sin esfuerzo y que sólo abultaban los bolsillos de quienes manejaban el sistema financiero a su antojo. ¿Algún parecido con la realidad?  Debe de serlo, recuerde que la compañía existió y que el sistema financiero estadounidense en recesión paga aún las consecuencias de muchos de estos ‘prometedores’ negocios.

DiCaprio se funde en la piel de Belfort, para entregarnos un personaje desbordado e hilarante, pero no está sólo.  Esta rodeado de una singular banda de corredores, compuestos por insignificantes matones, traficantes de drogas y segregados sociales que cuando son entrenados bajo las tácticas y el guión de Belfort son los vendedores más eficaces. Jonah Hill en el papel de Donnie Azof tiene un brillante desempeño como el compinche e inseparable socio de negocios y farras de Belfort, el acompañamiento perfecto para DiCaprio en sincronía perfecta.

Scorsese adereza la película con atinadas participaciones de un sólido elenco. Rob Reiner, excelente en el papel de padre, Jean Dujardin como el descarado banquero suizo, Kyle Chandler, como el correcto y honesto agente del FBI, o la despampanante Margot Robbie como Naomi Lapaglia, la nueva esposa trofeo de Belfort, quien luce espectacularmente bella y que se convierte poco a poco en el termómetro moral de este timador de altos vuelos. El director deja a sus actores crear y regodearse en sus personajes, podría parecer que no están contenidos pero eso le da el toque de humor y desenfreno que la cinta persigue. Improvisan, coreografían rutinas ‘slapstick’ al estilo de grandes comediantes, que resultan un auténtico deleite para es espectador.

La película ha generado reacciones opuestas en la prensa. Hay quienes acusan a la cinta y a su director de exaltar el estilo de vida y glorificar a este delincuente de cuello blanco al presentarlo como un auténtico rockstar. Hay quienes lo acusan de creer ciegamente en las narraciones exaltadas de su autobiografía y en no profundizar en las víctimas o estragos causados por esta empresa en sus clientes. Hay quienes también demandan que la sátira de este sistema y estilo de vida Wall Street pudo ser aún más certero y crítico y no compasivo hacia sus protagonistas.  No obstante, difiero con todos estos comentarios. 

El Lobo de Wall Street (mote otorgado a Belfort por la revista Forbes) es una cinta que no persigue estos objetivos anteriormente descritos, no se trata de un documental o de un testimonio de tales hechos. Si bien, satiriza la situación ocurrida en el despiadado negocio de los corredores de bolsa, es una historia mucho más avocada al tema de la adicción y la codicia… ni siquiera a la adicción a las sustancias tóxicas y pastillas que estos personajes consumen como el estímulo que los libera e impulsa, sino a la adicción a un estilo de vida desquiciado pero seductor, la adicción a una vida que ya no puede concebirse sin el influjo que ejerce de manera dominante gracias a las sustancias, fiestas, sexo, diversión, riqueza y poder.  Nos habla de un mundo en el que la codicia es valorada como motor para alcanzar los sueños, ésta puede volverse algo irrefrenable. El sueño americano perfecto puede ser un monstruo de varias cabezas, después de todo, el dinero puede incluso “hacerte mejor persona”… ¿o no?
Es una combinación explosiva la que nos muestra Scorsese: inapropiada, vulgar y repelente pero al mismo tiempo, seductora y emocionante. Una orgía de colores, situaciones, interpretaciones y disparates ensamblados de forma intempestiva sin dar tiempo de digerir siquiera el anterior, con ayuda de la cámara en moción permanente del mexicano Rodrigo Prieto.  La banda sonora como suele pasar en la filmografía de este director, es explosiva y acompaña a la perfección el tono de la narración. Algunos señalan que Scorsese se muestra autocomplaciente con su protagonista… no condena sus crímenes y lo eleva como ídolo del momento.  Sin embargo, el realizador nos sugiere que este arrogante relato sobre ambición y codicia va más allá de su personaje. “¡Stratton Oakmont es América!”, incita Belfort en uno de sus exaltados discursos. ¿No será que la indulgencia no habla de la que se puede tener hacia el personaje sino al panorama hedonista que convierte a criminales en celebridades de los medios al premiar la ambición y la codicia como parte de un sueño alcanzable?
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La cinta no presenta anclajes ni posiciones morales, eso le corresponde al espectador en todo caso; el director tan sólo nos presenta y se regodea en este adorable monstruo extraído de una sociedad real y contradictoria. Déjenme abundar un poco más sobre estos aciertos que considero son los principales para El Lobo de Wall Street. 

Ésta podría haber sido la historia sobre un drama de la vida real, el retrato de una sociedad enferma en la que el exceso y la adicción conducen a un estilo de vida decadente.  Sin embargo, la brillante visión de Scorsese lo lleva a narrar esta historia como una excéntrica comedia de humor políticamente incorrecto.  Sin duda, no es una película que complacerá a todos y que incitará en más de uno, miradas de desaprobación y juicios escandalizados por su ruidosa composición, ya que parece premiar el mal comportamiento y la vida de libertinaje moral. Pero para quienes se dejen llevar por el extraordinario entretenimiento ofrecido, y por lo que hay debajo de la evidente cinta de excesos, será una aventura excitante, desfachatada y original.

Scorsese deja a Jordan Belfort al centro de la acción, permite que sea él mismo quien narre su historia utilizando incluso el recurso de narración en off y de diálogo directo con la cámara.  Él es un hombre arrogante cuyo mayor arrepentimiento puede ser el haber sido descubierto por la ley, así que no se siente obligado a otorgarle mayor conflicto moral interno. Esta postura permite que el cineasta se mantenga alejado de juicios morales y que evite hacer de su obra, una historia aleccionadora o de redención humana.  Esto es refrescante. 
Quienes describen el guion como redundante pueden tener algo de razón: la exaltación de situaciones extremas y excesivas puede parecer sobresaturada para una película de 3 horas de duración.  Sin embargo, Scorsese entiende bien que no sólo importa lo que se dice, sino cómo se dice y hace de ésta, una aventura realmente divertida a la que yo en lo personal, no le restaría ni un solo minuto. Hemos sido invitados a ser testigos de una de las fiestas más decadentes en pantalla… ¿cómo escapar de este placer voyerista?La dupla DiCaprio y Jonah Hill nos ofrecen algunas escenas verdaderamente memorables así como lo hacen algunos otros miembros del atinado reparto.  Di Caprio si bien ha demostrado su gran capacidad y talento, nos ofrece un festín actoral de comedia mucho más física y desbordada, sin inhibiciones, que es difícil de resistir.  Interpreta a una variedad de Jay Gatsby, elevado exponencialmente a  una vida de decadencia y exceso, que logra conservar su presencia y encanto a pesar de todo.  Si lo duda, goce de la hilarante escena en la que coreografía a un Belfort desesperado y completamente intoxicado por el consumo de metacualonas que lo dejan en estado de “cuasi parálisis cerebral”, quien lucha por llegar a su Lamborghinni para detener a su igualmente intoxicado compinche (Hill) hasta su proeza heroica en la que la cocaína le da fuerza cual la espinaca lo hacía con Popeye.
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Scorsese no está preocupado por emitir juicios, condenar a sus personajes o llevarlos en un camino a su redención.  Se vale de una construcción estilística diferente a la que conocíamos en su trabajo previo, quizá menos perfeccionista pero relajada y tremendamente divertida. Se nota que el cineasta se divierte con lo que sus actores están entregando en pantalla y así lo transmite. Adereza así a manos llenas sus escenas con diálogos aguzados, escenas impactantes e ingeniosas referencias cinéfilas en tono de burla, que dan como resultado un auténtico festín de entretenimiento.  Scorsese nos presenta este ruidoso relato en pantalla demostrando que aún siendo un cineasta consagrado, se atreve a reinventarse y a permitir que sus actores lo hagan también.  Nos invita a reír con las aventuras desquiciadas de este colmilludo “lobo” que se adueño de Wall Street. Nos invita a espiar en esa exuberante vida, a reflexionar sobre estos monstruos y reyes que la sociedad ha exacerbado con su sistema; a reírnos del estilo de vida extremo de personajes como Jordan Belfort… ¿o será que son ellos quien se ríen desde sus excéntricas bacanales de nosotros?

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Trivia

¿Sabías que es el propio Martin Scorsese la voz del primer cliente al que Belfort vende acciones de Arotyne utilizando las páginas rosa de los ‘penny stocks’?

 
Jordan Belfort efectivamente es hoy en día un orador motivacional de ventas y sólo pasó 22 meses en prisión aunque fue condenado a devolver 100 millones de dólares a los accionistas estafados, deuda que aún no termina de pagar.  Belfort vive ahora en un hogar modesto, un piso de tres habitaciones en un área relativamente barata de Los Ángeles, y de los viejos tiempos sólo conserva un reloj Bvlgari de 9mil libras y el cuadro que tenía en el dormitorio de su antiguo yate.

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