EN TRANCE
¿Podrá Danny Boyle hipnotizar al espectador?
Por Tania Rubio @TaniaRubio 9 DE MAYO DE 2013
Danny Boyle, el director famoso por su depurado estilo y que ha alcanzado popularidad y prestigio con películas como la cinta de culto Trainspotting, Exterminio, 127 horas o Quisiera ser Millonario (por la cual incluso fue premiado con varias estatuillas de la Academia); regresa a las salas de cine con una cinta a la que titula TRANCE (“En Trance”). Al realizador y productor británico, no le basta con haber coordinado el espectáculo de inauguración de los pasados Juegos Olímpicos Londres 2012 y continúa explorando y experimentando por géneros diferentes y es por ello, que en esta ocasión decide situar su nuevo thriller en un ambiente misterioso y hasta cierto punto desconocido, como lo es, la mente humana. Desarrollada en Londres, el sugerente inicio de la cinta -narrado en primera persona y con una voz en off- nos lleva “tras bambalinas” de una prestigiada casa de subastas, y nos presenta a uno de sus subastadores: Simon -interpretado por James McAvoy- quien jugará un papel significativo dentro de un plan diseñado para robar una de las más importantes piezas ofertadas ese día, una famosa pintura del célebre artista español Francisco de Goya. El robo ocurre entre algunos imprevistos y accidentes, por lo que la banda de criminales encabezada por Franck (Vincent Cassel), termina con las manos vacías y un marco sin pintura, la cual fue hábilmente extraída por su cómplice interno. Sin embargo, durante el caótico atraco, Simon termina con una fuerte herida en la cabeza lo que parece haberle causado amnesia y por lo tanto su mente ha borrando cualquier recuerdo de lo sucedido tras el robo… entre estos recuerdos olvidados, se encuentra el misteriosos paradero del botín, de la anhelada pintura sustraída. |
Con la finalidad de recordar lo ocurrido y por supuesto, de recuperar la famosa de obra de arte para la banda de delincuentes (tal como habían pactado originalmente), Simon deberá acudir a cualquier alternativa que le permita reconstruir sus accidentados pasos. Entre estos métodos para recordar qué pasó con la pintura, Franck casualmente sugiere la hipnosis, a la que Simon accede y para la cual elige una hábil y atractiva terapeuta para conducirla. Elizabeth Lamb (Rosario Dawson) parece establecer un vínculo inmediato con Simon y rápidamente descubre las verdaderas intenciones de esta terapia para recordar. La audaz mujer rápidamente formará parte de este singular grupo y empezará a mover a sus integrantes como piezas de un misterioso ajedrez en el que el espectador no sabrá con certeza cuáles son las intenciones verdaderas de cada personaje, ni cuáles memorias son reales y cuáles son recuerdos producidos y sembrados con asombrosa facilidad en la frágil y susceptible mente de los protagonistas.
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La trama como tal, al no encontrar suficiente sustento en su argumento, raya en lo ilógico y el espectador deberá desprenderse de la noción de lo probable y de lo real, si desea en verdad sumergirse en el viaje mental y fílmico propuesto por Danny Boyle y por el guionista John Hodge con el que vuelve a trabajar como lo hiciera en sus primeras películas.
El thriller psicológico del realizador inglés, cuenta con tantas vueltas de tuerca que va tejiendo un laberinto por momentos rebuscado pero siempre entretenido;cuenta además con sus correspondientes ingredientes de acción, romance, seducción, erotismo y suspenso, para conservar así la atención del espectador en esta montaña rusa aderezada por la estética y técnica visual a la que el director nos tiene acostumbrados y por una banda sonora vertiginosa y muy eficaz.
Danny Boyle acierta una vez más en su narrativa visual demostrando como en cada una de sus cintas, una destreza técnica y cinematográfica que lo distingue; sin
embargo, la historia aunque logra dibujar líneas argumentales interesantes y originales, se sustenta en una trama que no termina de desarrollar a profundidad ni con congruencia una historia completamente sólida.
El thriller psicológico del realizador inglés, cuenta con tantas vueltas de tuerca que va tejiendo un laberinto por momentos rebuscado pero siempre entretenido;cuenta además con sus correspondientes ingredientes de acción, romance, seducción, erotismo y suspenso, para conservar así la atención del espectador en esta montaña rusa aderezada por la estética y técnica visual a la que el director nos tiene acostumbrados y por una banda sonora vertiginosa y muy eficaz.
Danny Boyle acierta una vez más en su narrativa visual demostrando como en cada una de sus cintas, una destreza técnica y cinematográfica que lo distingue; sin
embargo, la historia aunque logra dibujar líneas argumentales interesantes y originales, se sustenta en una trama que no termina de desarrollar a profundidad ni con congruencia una historia completamente sólida.
Los protagonistas de la cinta realizan buenas interpretaciones y convencen aunque en ocasiones, sus argumentos y diálogos pueden llegar a ser un tanto ilógicos. James McAvoy logra un buen papel y buenos matices y con el que la audiencia puede conectarse más que con el resto. Rosario Dawson en su papel
de musa cumple para que Boyle recurra a la exaltación de su atractivo y sensualidad como representación de su poder. (Más de uno saldrá seguramente fascinado con la seducción desbordada de Dawson). Vincent Cassel, siempre interesante en sus papeles, cumple satisfactoriamente en su personificación del delincuente implicado en este triángulo amoroso, de poder y ambición, pero se encuentra bastante desaprovechado en su rol complementario, lo cual le resta fuerza al personaje y a las situaciones en las que debería participar de forma más activa o dominante. |
El espectador deberá ir descubriendo los secretos y misterios revelados a través de la hipnosis e internándose en la mente de su protagonista; sin embargo, esta situación en ocasiones impide una mayor conexión con el resto de los personajes que no están tan bien desarrollados. No obstante, Trance nos presenta un relato interesante y siempre entretenido que nos mantiene alertas como espectadores de principio a fin. Nos acerca un poco más a las primeras
cintas de Danny Boyle, a sus obsesiones por la ambición, la violencia y el poder, y por supuesto, a su estética y técnica de precisa manufactura. Esta historia originalmente fue una cinta para televisión que se hizo muy popular en Reino Unido durante el 2001. La historia compuesta de fragmentos dispersos, entre sesiones hipnóticas, recuerdos parciales de Simon que transitan entre lo real y lo imaginario; forman un laberinto lleno de excesivos recovecos y vueltas que pretenden sorprender una y otra, y otra vez a la audiencia pero sin el suficiente sustento para que la cinta pueda considerarse como más trascendental. |
De hecho, este caos de tiempos, imágenes, recuerdos reales y sembrados; es difícil de imaginar en una narrativa menos sofisticada que la de Danny Boyle.
De esta manera, una anécdota sumamente entretenida con más forma que fondo, se alimenta de las virtudes de su realizador como lo son un soundtrack sumamente efectivo y preciso, una buena fotografía de tonos saturados, una ágil edición, encuadres singulares y ángulos deliberadamente llamativos. Sin todos estos elementos y la creatividad de Boyle, “En Trance” probablemente sería una película bastante olvidable, sin mayor lógica que pudiera solventar satisfactoriamente sus 101 minutos de duración. Con un cierre que a mi gusto cae en un tono innecesariamente sentimental que rompe con la estructura previa, Danny Boyle nos hipnotiza en la pantalla gracias a su destreza en la narrativa fílmica… el trance será sólo posible para los espectadores que se dejen llevar y envolver en sus trucos sin cuestionar más allá del velo que cubre las inconsistencias de contenido de la trama. Sin embargo, para quienes decidan caer en el trance visual propuesto, disfrutarán de una película que si bien, no formará parte de los trabajos más notables del premiado director británico, sí será uno de sus trabajos entretenidos. Capaz de hipnotizar durante todo el desarrollo de la cinta, pero sin posibilidad de trascender más allá del trance que se rompe al empezar a iluminarse la sala de cine. |
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