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Por Tania Rubio 
Editora en jefe
@TaniaRubio


LA TIERRA TIENE NOMBRE DE MUJER
Scarlett O'Hara


 
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LUNES 29 DE SEPTIEMBRE DE 2014
"Scarlett… ¿la tierra no significa nada para ti?
Por ella trabajamos, luchamos… es lo único que perdura."
"Hay algo que amas más que a mí, y aunque no lo sepas es la tierra roja de Tara."

Hollywood alguna vez lo apostó todo por la grandeza, por el poder de la imagen espectacular, por el oficio cinematográfico en todo su esplendor… “Lo que el Viento se Llevó” es la muestra perfecta de ello. Una ambiciosa cinta de producción impecable, alimentada por el poder de las estrellas y grandes figuras, acompañada de las bellísimas partituras de Max Steiner y espectaculares vestuarios…la grandilocuencia del discurso fílmico. Pero más allá de todos estos valores técnicos, se trata simplemente de una cinta que narra una buena historia y que lo hace extraordinariamente bien.
Georgia, 1861. En tierras sureñas de bailes, fiestas, caballeros y damas, transcurren los días en Tara. Scarlett O'Hara (Vivien Leigh), la joven más bella, caprichosa y egoísta de la región, goza de popularidad entre los jóvenes caballeros por su carisma y magnética belleza.  Sin embargo, ella no quiere a cualquiera. Suspira por el amor de Ashley (Leslie Howard), pero él de personalidad completamente opuesta, cauteloso e indeciso, se compromete con su prima, la dulce y siempre bondadosa Melanie (Olivia de Havilland).
Quien pareciera su pareja ideal por las similitudes de carácter que comparten, es Rhett Butler (Clark Gable): apuesto, arrogante, atrevido y encantador aventurero, que sólo piensa en sí mismo y no atiende la opinión de los demás.  Lo que él desea y emprende son básicamente dos objetivos de vida: hacerse rico mientras otros luchan por honor, nación y principios confederados, y por supuesto, conquistar el corazón de la hermosa y caprichosa Scarlett, que no se parece a ninguna otra mujer del Sur y que le enamora y desafía desde la primera vez que sus destinos se cruzan. Scarlett se empeña en rechazar esta evidente atracción, quizá el reflejo de sí misma le ahuyenta. Se desarrolla entonces, una historia de encuentros y desencuentros, de amor-odio, de tensión y seducción. Alcanzar el corazón obsesionado de Scarlett será una tarea sumamente ardua para quien se atreva a intentarlo.
Sin embargo, esta aparente historia de amor y triángulos amorosos, tiene un singular marco histórico: los tiempos de bonanza sureña son interrumpidos intempestivamente con el estallido de la Guerra de Secesión Estadounidense. Cuando la contienda estalla, la joven no tendrá más remedio que intentar adaptarse a todos los cambios derivados del enfrentamiento entre el norte y el sur del país. Actuará con determinación, sin preocuparse por las consecuencias o implicaciones morales de su comportamiento, lo que la ayudará a sobreponerse a las más terribles dificultades, aunque también pueda conducirla hacia la soledad y a los señalamientos de la decadente sociedad.

Las grandes escenas son descaradamente teatrales pero el contexto emocional es el adecuado para conectar con la audiencia, aún hoy en día.  Cuando Scarlett O'Hara levanta su puño al cielo y jura no volver a tener hambre de nuevo, no sólo le creemos, sino que incluso conectamos con ese sentimiento. Es justo esta escena la que divide la cinta en dos grandes episodios: el presente y pasado de Scarlett, como una joven vanidosa y caprichosa que se convertirá en una mujer voluntariosa e infatigable; entre una civilización sureña que cae irremediablemente ante sus ideales de sociedad y una que intentará reponerse desde los escombros.
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Leigh transmite el coraje de las convicciones de Scarlett. Hay quienes afirman que “Lo que EL Viento se Llevó”, es una defensa sentimental de la Confederación, de la esclavitud y la caída de una nación o al menos, de su estilo de vida y civilización. Pero aún con todo el contexto histórico de la cinta que forma parte de la épica composición de este melodrama, con la magistral banda sonora compuesta por Max Steiner, el revolucionario uso y matices de Technicolor e incluso con el gran ensamble actoral y el magnetismo innegable de Gable y Leigh en pantalla como una de las parejas más memorables de la historia del cine; hay un elemento que constituye el eje central de esta cinta y que ha sobrevivido a través de las décadas: el elemento femenino… Scarlett, Tara.

Scarlett es el eje de este magno relato fílmico. Ella es una fuerza incontrolable de la naturaleza y un elemento revolucionario y subversivo; no sólo para tiempos de la Secesión estadounidense, sino para tiempos de la Depresión Económica durante los cuales se estrena la película (y que determinó en gran medida el sentido de la misma) y aún para nuestros días. 
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Despreciada y cuestionada por su falta de moralidad y su ambición desmedida, es una mujer que actúa con determinación absoluta para conseguir lo que se propone, sin importar lo que tenga que hacer para lograrlo.

Scarlett vive para ella, crea sus propias reglas. La guerra, la pobreza, la muerte, el hambre, la esclavitud, la caída de una civilización… todos esos factores integran este relato, pero su importancia radica tan sólo en la medida en que éstos afecten la vida de nuestra protagonista.  La historia es contada desde su punto de vista y se trata de una mujer que se tiene a sí misma todo el tiempo como centro de atención.  La historia transcurre pero tan sólo lo hace a través de los ojos de Scarlett.  Es ella una representación del espíritu humano, del espíritu estadounidense más que durante la guerra civil, durante la gran depresión; un símbolo del férreo carácter que ni las pruebas más severas pueden abatir. Nuestra ‘heroína’ no es “buena” y por eso permite al espectador identificarse… Scarlett es real.  Rhett posee un carácter similar pero sabe lo que quiere y lo que tiene, ella no. Él vive la vida a plenitud disfrutando lo que consigue, mientras ella siempre quiere más, aunque no sepa exactamente lo que tiene. 

Quizá por estas razones, entre algunas otras, es que Vivian Leigh encarnando a la decidida Scarlett O’Hara, es uno de los papeles femeninos más poderosos en la historia del cine, aún a 75 años de distancia.
Sin embargo, hay otra protagonista de esta historia… una sutil pero imponente presencia: la tierra roja de Tara. El sitio en el que este relato inicia y acaba.  Después de todo, el motor que impulsa a Scarlett a cada momento -a seducir al prometido de su hermana, matar y robar a un hombre, a vender a precios mayores a los antiguos amigos para pagar los impuestos, a cruzar el territorio entre fuego cruzado, a reconstruir de las cenizas una vida con arduo trabajo y esfuerzo físico- es aquella tierra que ama… es Tara.  Ese es el amor constante y certero de Scarlett.  Un melodrama lleno de emociones que regresa a lo básico, a la tierra, a las raíces.  Tara es la otra protagonista indudable de esta cinta.  Aquella que permanece aún cuando la civilización se desvanece, aún cuando se la lleva el viento…
Existen pocas películas más llenas de “vida” que este clásico: su mosaico de emociones logra mantener el interés del espectador sin perder de vista la historia entre los innovadores valores de producción por cerca de 240 minutos. Hay quienes no entienden la fascinación por esta cinta, pero no podrán negar que se trata de un trabajo con verdadero sentido del espectáculo, en el que los diferentes componentes -guión, decorados, vestuario, música, interpretaciónes- consiguen un balance que aún muchas superproducciones de hoy en día quisieran poder emular.  Se trata además de una galería cinematográfica de sofisticados personajes perfectamente delineados, repletos de matices, definición y profundidad interpretados por un gran elenco.

“Lo Que El Viento se Llevó” es un clásico hollywoodense por excelencia (cuando esta calificación era sinónimo de grandilocuencia y espectacularidad). Se trata de un trozo de historia del cine -que 75 años después- aún conserva la capacidad de seguir cautivando y sorprendiendo al espectador.  Si no me cree… “frankly my dear, I don’t give a damn”.

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