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Por Tania Rubio 
Editora en jefe
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TRANSFORMERS 4: LA ERA DE LA EXTINCIÓN
Cuando más es menos...

MARTES 15 DE JULIO DE 2014
¿Transformerzzzzzz?

Michael Bay está de vuelta con todo lo que ello implica, para bien y para mal. El director regresa con un nuevo episodio de una de las franquicias más exitosas y taquilleras de los últimos tiempos, creada en torno a los juguetes Hasbro. Esta noticia puede emocionarle u horrorizarle por igual... y más, si le digo que esta cuarta incursión tiene una duración de casi 3 horas.

Hay que identificar esta saga más que como un ejercicio fílmico, como una espectacular y millonaria estrategia de mercadotecnia que ha cumplido con sus ambiciosos objetivos comerciales en cada entrega; y que una vez más lo conseguirá con creces, alcanzando una billonaria recaudación en taquilla así como movilización de sofisticados juguetes entre los entusiastas pequeños alrededor del mundo. Su naturaleza como medio para el llamado “product placement” no intenta ocultarse, y por el contrario, cada vez se demuestra de forma más descarada.

Reconociendo que se trata de un espectacular y caro comercial de juguetes y autos, corresponde entonces analizar si cumple cabalmente con su promesa de entretenimiento… quien conoce el cine de Michael Bay y la franquicia Transformers sabe lo que puede esperar en la pantalla grande: el cineasta ha ganado hordas de leales fanáticos como de vehementes detractores. Pero, ¿se justifica una nueva entrega que promete abrir las puertas para una segunda trilogía sobre estos robots alienígenas gigantes? ¿Aporta algo esta nueva cinta o cumple con lo necesario para ser el ‘blockbuster’ de este verano?

Seguramente las cifras de taquilla terminarán por consolidar esta película como una de las más exitosas de la temporada. Sin embargo, cuando una cinta cuyo único propósito es entretener, se torna aburrida con todo y su grandilocuencia visual, no está cumpliendo su misión.
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Vayamos por partes…

¿De qué va la historia?  El filme cuenta la historia de Cade Yeager (Mark Wahlberg) un inventor texano en bancarrota que en busca poder mantener a su hija Tessa (Nicola Peltz) que es su única familia y su único logro verdadero, protegiéndola de novios y amenazas extraterrestres. Cade compra un viejo camión de la era de los Transformers para venderlo por piezas, pero al intentar repararlo descubre que se trata nada más y nada menos que de Optimus Prime, el líder de la resistencia que se oculta del gobierno estadounidense, el cual a pesar de haber librado algunas batallas con esta raza como aliada, ahora desea desmantelar a todos estos alienígenas robóticos sin importar si son buenos (autobots) o malos (decepticons).  Los planes de esta guerra humana contra los gigantescos robots, forma parte de los planes de Harold Attinger (K. Grammer) quien desarma en piezas a los autobots y quien con la ayuda del millonario inventor y empresario Joshua Joyce (Stanley Tucci,) busca crear un ejército propio de robots que simulen la sofisticada tecnología extraterrestre a manera de clones. Todo esto, al tiempo que se busca el elemento clave del “ADN” que da origen a estas creaturas alienígenas y que nos recuerda que no sólo se trata de mezclar los elementos correctos, ya que estos robots-automóviles están dotados de honor y sentimientos.
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¿La trama le suena absurda? Bueno, lo es. Pero no esperábamos una sofisticada línea argumental en esta franquicia ¿o sí?  El problema es que los realizadores tratan su argumento con demasiada solemnidad… dejando en evidencia la carencia absoluta de un guión estructurado y de diálogos que por lo menos permitan conectar y dar algo de orden a la exacerbada coreografía de efectos visuales que inundará la pantalla grande. Desde este momento, Michael Bay reúne una vez más todos los elementos que forman parte de su fórmula: efectos visuales asombrosos, batallas interminables entre robots, una cursi y blandengue historia humana que acompaña los despliegues tecnológicos, múltiples menciones de marca y productos, una atractiva joven en diminutas ropas que reemplaza el papel desempeñado por Megan Fox y Rosie Huntington-Whiley en las previas entregas, chistes sencillos, persecuciones veloces en autos de lujo, el complaciente Bumblebee y una demostración apabullante de CGI que bien vale su exhibición en pantallas Imax y 3D.
El elenco de personajes humanos es totalmente reemplazado para esta nueva entrega: la atinada elección de Marc Walhberg sin duda puede ofrecernos a un protagonista más interesante y carismático que Shia LaBeouf, aunque Bay y su guionista Ehren Kruger muestran aún poco interés por los personajes de carne y hueso, así que no les preocupa exhibirlos desdibujados y sin mayores exigencias o matices. El carismático Stanley Tucci es otra adquisición interesante de la saga aunque su dirección tampoco contribuya a su lucimiento.
Todos los elementos de la probada pero también gastada fórmula de Bay están ahí.  El director maneja magistralmente los efectos especiales y está dispuesto a excederse a sí mismo: más robots, más batallas, más persecuciones, más despliegue tecnológico.  Sin embargo, Bay se engolosina y la grandilocuencia visual de Industrial Light & Magic termina por desconectar por completo ante una interminable y agotadora exhibición de la nada… más acción se convierte de repente en menos interés y emoción.

Bay se toma demasiado tiempo para contar una historia que aunque atiborrada de elementos e ideas diferentes, es casi nula y deshilada. No obstante, esto no es un fallo sino la intención clara del director, quien no desea que nada se interponga en su despliegue tecnológico visual. En la fórmula del cineasta más es mejor: más batallas, más choques de metal con metal, más efectos, más robots… en la ejecución hay realmente poco que criticar, no así en el contenido y en la conexión emocional con el espectador.
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Una cinta de unos larguísimos 165 minutos que a pesar de toda la grandilocuencia en el discurso, se siente cansada y llega a aturdir ante el exceso. La aparición de los llamados “dinobots” con un impresionante manejo del CGI que seguramente emocionarán a más de un fanático, realizan su aparición hasta transcurridas más de 2 horas de la historia, en un momento en el que más de un espectador estará contando los minutos, tratando de calcular cuánto tiempo más puede faltar para que las luces de la sala vuelvan a encenderse. La duración de la cinta y su agotador ritmo hacen que “La Era de la Extinción” suene a una promesa que puede ocurrir mientras usted continúa sentado en la sala de cine.

Si logra desconectar por completo su mente para apreciar cuadro por cuadro el apabullante despliegue visual, quizá pueda disfrutar entonces de la película -como quien disfruta de cuadros plásticos o coreografías inconexas entre sí- únicamente apreciando el mérito técnico sin intentar leer o conectar más allá. 

Si usted está dispuesto a emocionarse ante una espectacular envoltura sin importar si hay algo en su interior, esta cuarta entrega no le decepcionará.
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