YAMATO
El samurai de hierro
VIERNES 15 DE SEPTIEMBRE DEL 2017
Con ese sobrenombre tan significativo fue bautizado el Yamato, acorazado insignia de la flota japonesa durante buena parte de la segunda guerra mundial.
Desarrollado casi en secreto junto a su gemelo el Musashi, constituían la carta bajo la manga con la que Japón pondría en claro quién dominaba el Pacífico; para ello, habían sido dotados de tanto armamento que nadie dudaba de su poderío. En cifras, su peso total ascendía a más de 70 mil toneladas, armado hasta los dientes; con nueve cañones de 460 mm (los más grandes montados en un acorazado) 12 de 155 mm, 12 de 127 mm, 4 de 13 mm y la bestial cifra de 162 de 25 mm, además disponía de hidroaviones y alojaba una tripulación que podía rozar las 3000 personas, con todo esto, el Yamato estaba diseñado para aventajar a cualquier acorazado enemigo con todo y escolta, o en su caso enfrentarse a flotas menores. |
Pero pese a su poderío, durante los cinco años que estuvo en activo, nunca entró en una refriega realmente, sirvió de puente de mando en Midway, y disparó sus baterías a blancos enemigos en las Filipinas aunque luego salió en retirada.
La razón para resguardar tanto al Yamato era porqué a diferencia de la armada fantasma (un ejército falso de vehículos y maniquíes qué hacían ver más concreto el avance aliado en tierra) el Yamato sí era muy poderoso, pero había llegado tarde a la guerra, los cánones habian cambiado tanto que la era de los acorazados estaba finalizando, dando paso a batallas donde el fuego aéreo era decisivo, más frente a lentos barcos de miles de toneladas.
Este celoso cuidado aumentó aún más cuando el Musashi fue hundido el 24 de octubre de 1944 en la Batalla del Mar de Sibuyán. Aún asi el Yamato fue alcanzado por el torpedo de un submarino y debió volver al astillero; de dónde salió en poco tiempo ya que su simbolismo de poderío e insignia de la flota no debía ser manchado. A pesar de todo, la suerte estaba echada, era un secreto a voces que el Yamato acabaría hundido o todo oxidado como recuerdo en un muelle, esto último era inconcebible para el honor Nipón y se decidió usarlo cómo defensa semifija para intentar frenar el avance de los aliados hacia Okinawa; una misión suicida a todas luces. Las poderosas propelas de tres hojas llevaron al Yamato hasta su destino, al sur de Kyushu donde fue interceptado, el coloso no moriría sin dar batalla y pronto todas sus baterías de ataque y defensa comenzaron a escupir fuego, incluso los enormes cañones de 430 mm. |
Varios portaaviones americanos se sumaron al ataque y pronto el cielo estaba plagado de más de 300 bombarderos, demasiados aún para las ya numerosas torretas del Yamato, pronto les fue difícil a los artilleros operarlas bajo la lluvia de metralla y bombas, luego fue imposible cuando las andanadas de bombas iban acabando con las defensas; dentro, el fuego y el agua hacían lo suyo elevando las temperaturas a niveles críticos, mientras que el agua dejaba inoperable el timón.
Sin control, el barco comenzó a dar un giro sin control hacia babor, inclinándose conforme el agua lo iba arrastrando hacia las profundidades; la orden de abandonar la nave fue emitida cuando ya buena parte de la tripulación había sido diezmada, y los que se lanzaban al agua todavía debían presenciar un espectáculo dantesco.
Justo antes de hundirse, las temperaturas críticas o tal vez un proyectil, hicieron explotar el polvorín del Yamato, generando una enorme columna de humo, luego, el samurai fue reclamado por las aguas, desapareciendo en la inmensidad del Pacífico. Solo 277 de los 2332 a bordo sobrevivieron, lo que se hundía no era solo un barco, era un símbolo, una muestra de que nada es para siempre y al antes poderoso imperó del sol naciente le aguardaba una historia similar.
Sin control, el barco comenzó a dar un giro sin control hacia babor, inclinándose conforme el agua lo iba arrastrando hacia las profundidades; la orden de abandonar la nave fue emitida cuando ya buena parte de la tripulación había sido diezmada, y los que se lanzaban al agua todavía debían presenciar un espectáculo dantesco.
Justo antes de hundirse, las temperaturas críticas o tal vez un proyectil, hicieron explotar el polvorín del Yamato, generando una enorme columna de humo, luego, el samurai fue reclamado por las aguas, desapareciendo en la inmensidad del Pacífico. Solo 277 de los 2332 a bordo sobrevivieron, lo que se hundía no era solo un barco, era un símbolo, una muestra de que nada es para siempre y al antes poderoso imperó del sol naciente le aguardaba una historia similar.