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Por Anthony Vásquez
Cazador de historias
@Thaulh


SONIC BOOM
El hombre cohete                                                                                                                                                                                                 #ViernesDeHistorias

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VIERNES 26 DE JUNIO  DE 2015
Muchos de los grandes avances mecánicos y tecnológicos en las fuerzas aéreas y espaciales se deben al valor y a la vez carácter suicida de algunos hombres, dispuestos a sufrir y resistir en sus cuerpos fuerzas que nadie más experimentara en toda su vida; pero como reza la frase; “alguien lo tiene que hacer”.

Uno de estos héroes del arrojo fue John Paul Stapp, médico y coronel de la fuerza aérea de Estados Unidos, quien de un día para otro paso de ser un civil con una vida normal a experimentar cosas impensables dentro del Wright-Patterson Air Force Base, laboratorio médico aeronáutico donde se buscaba solución y mejora a problemas y dispositivos en los sistemas de las aeronaves y los pilotos.  
Los primeros experimentos buscaban solucionar los problemas de congelamiento, deshidratación y perdida de la conciencia que sufrían los pilotos a elevadas altitudes, para esto John debió realizar vuelos que rozaban los 14000 metros de altura (45.000 pies), soportando en carne propia lo que ocurría a los pilotos; y en otros casos dentro de cabinas presurizadas, hasta que encontró la solución, esta era sencilla, dotar de oxigeno puro a los pilotos antes y durante fases del vuelo acababa con los molestos síntomas.  
Después de este logro siguieron más, la mayoría enfocados en la seguridad de los pilotos y su supervivencia cuando el avión tiene daños catastróficos en vuelo. Esto atrajo la atención de sus superiores y casi al fin de la Segunda Guerra mundial fue asignado a un equipo que estudiaba la reacción del cuerpo humano en condiciones de aceleración y desaceleración extrema. 
Tal experimento era el «Gee Whiz» que se componía de una pista de rieles estándar de ferrocarril, que se extendía 650 metros; sobre ellos se montaba una plataforma del tamaño de un armón y se propulsaba con múltiples cohetes que lo aceleraban a altas velocidades, montado en el vehículo situaban a un muñeco de pruebas que registraba lecturas varias.

Los resultados se traducían teorizando lo que pasaría con un ser humano, pero eran poco confiables, así que John tomo la decisión de ofrecerse como sujeto de pruebas, reemplazando al dummie de pruebas. Lo que vino después sigue siendo increíble.

 El dummie humano fue sujetado a un parco asiento y asegurado al mismo con arneses muy resistentes, luego se inicio la cuenta regresiva, los cohetes se encendieron y catapultaron la pequeña plataforma a una velocidad de más de mil kilómetros por hora en un viaje tan corto que al final del carril había un sistema de frenado masivo para absorber semejante impulso, resultado de una desaceleración de mil a cero kilómetros en poco más de un segundo.

El cuerpo de John había soportado fuerzas impensables, batiendo records y aportando valiosos datos médicos para las investigaciones del equipo. Pero no fue la primera vez, le siguieron varias mas, llegando a soportar 42G (42 veces la gravedad de la tierra), eso sí, John pagó un precio alto en su salud, sufriendo de fracturas, explosión de vasos sanguíneos y desorientación temporal, incluso ceguera por algunos días tras un grave derrame en sus ojos.  
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Tras su recuperación, el coronel siguió trabajando perfeccionando la seguridad en aeronaves y también promoviendo el cinturón de seguridad en los automóviles. Así mismo sus estudios sentaron base a como entrenar y equipar a los astronautas para soportar las duras condiciones a las que se enfrentarían entrando y saliendo de la atmósfera.

Otro dato increíble es que John Paul stapp tras su retiro en los 70's llevo una vida normal, sin secuelas considerables de sus experiencias, falleciendo a la edad de 89 años, llevándose el gusto de haber sido más veloz que una bala. 

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